martes, 18 de enero de 2011

El costo de no escuchar a la naturaleza





Un cataclismo ambiental, social y humano se ha abatido en la segunda semana de enero sobre las tres ciudades serranas del Estado de Río de Janeiro, Petrópolis, Teresópolis y Nueva Friburgo, con cientos de muertos, destrucción de regiones enteras y un inconmensurable sufrimiento de quienes perdieron familiares, casas y todos sus haberes. Sus causas más inmediatas han sido las lluvias torrenciales propias del verano, y la configuración geofísica de las montañas, con poca capa de suelo sobre el cual crece una exuberante floresta subtropical, asentada sobre inmensas rocas lisas, que a causa de la infiltración de las aguas y el peso de la vegetación provocan frecuentemente deslizamientos fatales.

Se culpa a las personas que ocuparon las áreas de riesgo, se incrimina a los políticos corruptos que distribuyeron terrenos peligrosos a la gente pobre, se critica al poder público que se mostró indolente y no hizo obras de prevención por no ser visibles y no atraer votos. En todo esto hay mucha verdad, pero la causa principal de esta tragedia avasalladora no reside en eso.

La causa principal deriva del modo como solemos tratar a la naturaleza. Ella es generosa con nosotros, pues nos ofrece todo lo que necesitamos para vivir, pero en contrapartida la consideramos como si fuera un objeto del que podemos disponer a capricho, sin sentido de responsabilidad por su preservación y sin que le demos retribución alguna. Al contrario, la tratamos con violencia, la depredamos, arrancando todo lo que podemos de ella para nuestro beneficio. Y encima la convertimos en un inmenso basurero de nuestros desechos.

Todavía peor aún: no conocemos su naturaleza ni su historia. Somos analfabetos e ignorantes de la historia que se realizó en nuestros lugares a lo largo de millares y millares de años. No nos preocupamos de conocer su flora ni su fauna, las montañas, los ríos, los paisajes, las personas significativas que vivieron ahí, artistas, poetas, gobernantes, sabios y constructores.

Somos en gran parte todavía deudores del espíritu científico moderno que identifica la realidad con sus aspectos meramente materiales y mecanicistas sin incluir en ella la vida, la conciencia y la comunión íntima con las cosas que los poetas, músicos y artistas nos evocan en sus magníficas obras. El universo y la naturaleza tienen una historia que está siendo contada por las estrellas, por la Tierra, por la afloración y la elevación de las montañas, por los animales, por los bosques y selvas, y por los ríos. Nuestra tarea es saber escuchar e interpretar los mensajes que nos mandan. Los pueblos originarios sabían captar cada movimiento de las nubes, el sentido de los vientos, y sabían cuando venían o no trombas de agua. Chico Mendes con quien participé en largos recorridos por la selva amazónica de Acre sabía interpretar cada ruido de la selva, leer las señales del paso de la onza en las hojas del suelo, y con el oído pegado a la tierra conocer la dirección que llevaba la manada de peligrosos cerdos salvajes. Nosotros hemos olvidado todo eso. Con el recurso de las ciencias leemos la historia inscrita en las capas de cada ser, pero este conocimiento no ha entrado en los currículos escolares ni se ha transformado en cultura general. Antes bien, se ha vuelto técnica para dominar la naturaleza y acumular.

En el caso de nuestras ciudades serranas es natural que haya lluvias torrenciales en el verano. Siempre pueden ocurrir desmoronamientos de las laderas. Sabemos que ya se ha instalado el calentamiento global que hace estos sucesos más frecuentes y más intensos. Conocemos los valles profundos y los riachuelos que corren por allí. Pero no escuchamos el mensaje que nos envían, que es no construir casas en las laderas, no vivir cerca del río, y preservar celosamente la vegetación de las riberas. El río tiene dos lechos: uno normal, menor, por el cual fluyen las aguas corrientes y otro mayor por donde se vacían las grandes aguas de las lluvias torrenciales. En esta parte no se puede construir ni vivir.

Estamos pagando un alto precio por nuestro descuido y por la destrucción de la Mata Atlántica que equilibraba el régimen de lluvias. Lo que se impone ahora es escuchar a la naturaleza y hacer obras preventivas que respeten el modo de ser de cada ladera, de cada valle y de cada río.

Sólo controlamos la naturaleza en la medida en que la obedecemos, sabemos escuchar sus mensajes y leer sus señales. En caso contrario tendremos que contar con tragedias fatales evitables.

Tomado de Koinionía

domingo, 2 de enero de 2011

La crisis económica

Artículo de Txanba Payés

Ahora y cada vez más, se está poniendo en evidencia que la crisis económcia fue producto, a proposito, de quienes controlan las finanzas a nivel mundial. Primero, decían, que los bancos se hundirían si los Estados no metían mano en el dinero de los ciudadanos para luego dárselo a los bancos, y así fue. Se les dió la ayuda que decían necesitar los bancos.

Una vez que los Estados metían mano en el dinero de los trabajadores... la tan llamada crisis hizo realmente su aparición. Es mentira, por tanto, que los bancos necesitaban ayuda. La necesitaban sí, pero aquellos bancos que han sabido cómo robar el dinero durante años de las familias, que, desesperadas iban a ellos, y, les solicitaban un crédito y éstos, les daban dicho crédito. Cuando el Estado metió mano en el dinero público, es cuando realmente la crisisaparece y la empiezan a controlar los del FMI y los del BM.

Estas insituciones empiezan a meter sus manos con las sugerencias de la reducción de ayudas sociales para primar a las bancos y a las corporaciones económica, las transnacionales son las que ahora y con la crisis a cuestas de la inmensa mayoría, son quienes controlan el défict público de los países que dicen estar en crisis. Dichas empresas son las que meten sus sucias manos en las reformas laborales, en los recortes sociales, etc.

El FMI y el BM lo que están haciendo ahora con los países europeos lo han hecho durante años con los países de América latina. Es el neoliberalismo el que ha producido ésta crisis, y son precisamente ellos, los que lideran estas reformas económicas, los que se están beneficiando. En América latina, los gringos con Bush, quisieron imponer esto mismo, lo que están haciendo en Europa, allá lo intentaron por medio del ALCA pero no les dió resultado. Argentina fue el primer País que junto a sus trabajadores y sus movimientos sociales le dijeron ¡Basta! y expulsaron de la presidencia a aquellos que se aliaban con quienesn querían imponerles las recetas y reformas. Esas roformas son las que ahora, les imponen, a los países más pobres de la Unión; han empezado con Grecia, siguen con Irlanda, Portugal y España.

En conclusión, lo que los gringos quisieron hacer con los países de América de Sur, es lo que ahora están haciendo con los países del Sur de la Unión Europea. Solo la organización social y la lucha de éstos hará que los del FMI y el BM saquen sus sucias manos de las economías de éstos países que ahora parece ser, los gobernantes, se las están sirviendo en bandeja. Solo la lucha, insisto, impedirá que sigan quedándose con el dinero, los salarios y con las pensiones de los trabajadores. Es la lucha social la que expulsa del gobierno a aquellos presidentes que lacayos y zipayos del imperio permiten que les roben a sus trabajadores.




Crisis neoliberal y sufrimiento humano

El País (Costa Rica)


El balance que hago de 2010 va a ser diferente. Pongo énfasis en un dato poco señalado en los análisis: el inmenso sufrimiento humano, la desestructuración subjetiva, especialmente de los asalariados, debido a la reorganización económico-financiera mundial.

Hace mucho que se operó la «gran transformación» (Polanyi), colocando la economía como el eje articulador de toda la vida social, subordinando la política y anulando la ética. Cuando la economía entra en crisis, como sucede actualmente, se sacrifica todo para salvarla. Se penaliza a toda la sociedad, como en Grecia, Irlanda, Portugal, España e incluso en Estados Unidos, en nombre del saneamiento de la economía. Lo que debería ser medio, se transforma en un fin en sí mismo.

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