jueves, 25 de junio de 2009

Chomsky y los "mitos" del libre comercio



El lingüista y activista Noam Chomsky respondió a los lectores de BBC Mundo (y III)


BBC Mundo


"Una de las formas de socavar a la agricultura mexicana es inundando el mercado con exportaciones de Estados Unidos, que sobreviven con subsidios que datan del período Reagan. Eso no es libre comercio".

Noam Chomsky respondió a los lectores de BBC Mundo en una entrevista en la que tocó desde el "interés estatal" de Washington en castigar a Cuba hasta la imagen de "demonio" que se pinta de Hugo Chávez en EE.UU, pasando por los "mitos" del libre comercio", tema principal de esta tercera y última parte de esa conversación.

Lingüista, activista, filósofo, Chomsky ha sido durante cuatro décadas uno de los más feroces críticos de la política exterior de su país.

Con 80 años, el académico estadounidense también advierte contra los peligros de repetir términos sin preguntarnos realmente qué significan. Por ejemplo, ¿es el Tratado de Libre Comercio para América del Norte realmente un tratado de libre comercio?

A lo largo de estas tres entregas Noam Chomsky respondió a esa y otras preguntas desde la ciudad de Boston, donde enseña desde hace más de medio siglo en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussetts. La entrevista fue conducida por Dalia Ventura.

NAFTA Y EL MITO DEL LIBRE COMERCIO

Algunos lectores preguntan qué piensa usted de los acuerdos de libre comercio.

Cuando la gente me pregunta sobre libre comercio, me acuerdo de un comentario que hizo Gandhi cuando le preguntaron qué pensaba de la civilización occidental. Y su respuesta fue : "sería una idea interesante", y lo mismo sucede con el libre comercio.

Lo que se suele llamar libre comercio en realidad tiene muy poco que ver con libre comercio. De hecho, a veces una gran parte nisiquiera tiene que ver con comercio.

Consideremos, por ejemplo, el tratado de libre comercio entre EE.UU. y México, (Tratado de Libre Comercio para América del Norte, TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés). Tiene toda clase de elementos altamente proteccionistas para beneficio corporativo. Incluye medidas que no tienen que ver con comercio, como las condiciones especiales de derechos de inversión.

El comercio, en el sentido de intercambio a través de fronteras, sí aumentó después del NAFTA, pero ese comercio es en gran medida una construcción ideológica.

En los tiempos de la Unión Soviética si una fábrica manufacturaba componentes de autos en Leningrado, los mandaba a Varsovia para ser montados y luego a Moscú para ser vendidos, nosotros no llamábamos a eso comercio, aunque se atravesaban fronteras. Todo se daba dentro de una economía dirigida.

Y una parte sustancial del comercio entre EE.UU. y México es dentro de economías dirigidas. Así que si General Motors fabrica componentes en Indiana, los envía al norte de México para ser montados y luego venden los autos en Los Angeles, a eso le llaman comercio en ambas direcciones, pero todo tiene lugar dentro de una economía dirigida.

No tenemos cifras exactas, las corporaciones guardan secretos, pero probablemente más de la mitad de lo que se llama comercio, no es libre comercio.

Aparte de eso, una de las formas de socavar y probablemente destruir a la agricultura mexicana es inundando el mercado con exportaciones agrícolas de Estados Unidos, que sobreviven con importantes subsidios del gobierno que datan del período Reagan. Eso no es libre comercio.

Es más, una buena parte de la economía estadounidense está basada en el sector estatal, incluyendo sus sectores líderes como la computación e Internet, que fueron desarrollados en el ámbito estatal durante décadas. La fabricación y exportación de aviones es, por ejemplo, una industria surgida en gran medida a partir de la Fuerza Aérea.


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viernes, 5 de junio de 2009

El Salvador, y ahora qué...


Empieza una nueva etapa de práctica política, social y económica en El Salvador, eso esperan quienes les votaron. Por fin un partido cercano a la izquierda ha llegado al Gobierno, y, llega en un momento en que la crisis económica, la corrupción, la delincuencia castiga a la inmensa mayoría de la población, es por tanto, para el gobierno entrante, una situación muy delicada. Llega al poder, sin embargo, en un momento muy importante de la historia para América latina, pues, El Salvador es un hilo más de toda esa urdimbre política progresista que viene tejiéndose desde el Sur del continente en estos últimos años, y forma parte ya de ese amplio abanico de partidos de izquierdas que por medio de las elecciones, llegan al poder.

La crisis económica está golpeando a los países desarrollados, eso nos dicen los medios oficiosos del mundo. El Salvador que está en vías de desarrollo - como la inmensa mayoría de países del Sur – la crisis les golpea doblemente. Ésta afecta a la inmensa mayoría de la población del planeta y a la de El Salvador también. La derecha y la oligarquía que siempre han “gobernando”, son quienes entregan al Presidente Funes, un país en crisis.

La corrupción y el clientelismo han sido, de los gobiernos de la derecha, su inquina manera de gobernar. El servilismo y favoritismo entre las clases burguesas también acampó a sus anchas en dichos gobiernos , son ellos los que ahora temen por lo que pueda o no encontrar – el nuevo gobierno — en las arcas públicas del estado, si es que no las encuentran vacías. El dinero del contribuyente siempre ha estado a merced de la oligarquía, de la burguesía y los militares… que como carroñas se repartían el bien común de las mayorías.

La delincuencia es otro factor a tener en cuenta, ésta ha aumentado mientras ARENA gobernaba. Las mafias hicieron – y hacen – del chantaje, un modus vivendi, se enquistaron en ámbitos públicos del país, y en los políticos… en el peor de los casos, estas mafias, se eliminan entre ellos. A “Las maras” la han estado presentando como el primer problema a combatir… no se atajaron – ni se atajan – sin embargo, las causas de la pobreza y de la miseria, que son, a la larga, caldo del cultivo para la delincuencia común. El Salvador, con siete millones de habitantes y con casi 3.800 homicidios al año se ha convertido en uno de los países más violentos de América latina.

La crisis de la economía, la inseguridad en las calles del país, no fueron, sin embargo, óbice para que ahora, la izquierda reformista salvadoreña haya llegado al gobierno, y eso que la derecha en su campaña políticas azuzo con el miedo a los salvadoreñ@s. Es más, éstas han sido las razones, pero no las únicas, por las cuales el frente con Mauricio Funes estén ahora en el Gobierno.

Con los anteriores gobiernos el pueblo dejaba a un lado la participación electoral, su “equidistancia” en la política electoral era una de las razones por la cual la derecha ganaba las elecciones. La inmensa mayoría del pueblo salvadoreño, sin embargo, siempre ha apostado, cuando lo ha hecho, por partidos de izquierdas. Funes necesitaba al frente y el frente necesitaba a Funes. Esa simbiosis ha sido necesaria para el triunfo popular en las urnas.

El barco que ha zarpado este 1 de Junio en El Salvador, que lo lleva Mauricio Funes y el FMLN o viceversa, se mueve – se moverá – en aguas turbulentas. La derecha tiene, todavía, todo su aparato represivo intacto. Los escuadrones de la muerte siguen ahí latiendo en la oscuridad de la impunidad como esperando la orden de quién sabe qué siniestro político de ARENA para empezar a ejercer el temor como rapiñas sobre las presas, eso, ellos siempre lo han ejercido en tiempos de guerra como en tiempos de paz.

Si el frente con Mauricio Funes quieren que las instituciones funcionen tendrán que ser mucho más inteligentes que la derecha. Harán lo que se tenga que hacer, pero con mucha inteligencia política, eso lo sabe muy bien Funes como la derecha fascista del país. No será fácil esquivar, por tanto, los escollos, el intrincado entramado que ha venido entretejiendo la derecha en el País para controlar el aparato, todo, del Estado. No será imposible, sin embargo, llevar a cabo, aunque sólo sean pírricas reformas, para hacer que las instituciones del País, funcionen… para el bien común, del pueblo salvadoreño.

Sí se pudo y en hora buena al pueblo salvadoreño

miércoles, 3 de junio de 2009

¡Quién escuchará la voz de las víctimas?


Los 192 jefes de estado o de gobierno deben reunirse el 1, 2 y 3 de junio en Nueva York convocados por la ONU para discutir la crisis económico-financiera y sus impactos sobre los diferentes países, especialmente sobre los países pobres. Para prepararla, el Presidente de la Asamblea Miguel d’Escoto Brockmann, ex-canciller de Nicaragua, ha creado una Comisión para la Reforma del Sistema Financiero y Monetario Internacional constituida por 20 celebridades de la economía y de la política bajo la coordinación del premio Nóbel de economía Joseph Stiglitz.

Los resultados ya han sido entregados y sus principales contenidos se conocen más o menos. Como marco teórico, ético y humanístico que debe inspirar las nuevas medidas concretas se sugiere una Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad y de la Tierra, tarea difícil de realizar por falta de tradición jurídica y social en esta área. Luego se recomienda la creación de un Consejo Mundial de Coordinación Económica, paralelo al Consejo de Seguridad, desdoblado en dos autoridades mundiales, una que cuide de la regulación financiera y la otra de la competencia en la economía. Se sugiere una reforma de las instituciones de Bretton Woods (FMI y Banco Mundial) y una regionalización de las instituciones financieras que apoyan los procesos de desarrollo. Se pide también que, una vez al año, los jefes de estado o de gobierno de todo el mundo se encuentren para discutir el estado de la Tierra y de la Humanidad, y tomar medidas colectivas.

El gran temor es que esta reunión mundial sea desvirtuada por las presiones de los principales miembros del G-20, si envían solamente representantes diplomáticos o ministros. Por detrás de estas presiones están dos maneras diferentes de enfrentarse a la crisis actual.

Una es la del G-20 que se reunió en Londres en abril. Fundamentalmente se propone salvar el sistema económico-financiero imperante para que, en el fondo, todo funcione como antes, con ciertos controles pero con niveles razonables de crecimiento, sacrificando incluso el equilibrio de la Tierra, y perpetuando el escandaloso foso entre ricos y pobres. El propósito es el mismo: cómo ganar más con el mínimo de inversión, compitiendo en el mercado y considerando el estrés de la naturaleza y la pobreza como externalidades.

La otra es la de los grupos altermundistas, presentes en todos los estratos sociales del mundo y, en parte, asumida por la Comisión de la ONU. Se trata de situar la crisis económica en el conjunto de las demás crisis: la energética, la alimentaria, la del calentamiento global, la de la insostenibilidad del planeta (superamos en un 40% la capacidad de reposición de los recursos naturales) y la social y humanitaria (casi mil millones de personas por debajo del umbral de la pobreza). Más que salvar el sistema se trata de salvar la humanidad, la vida amenazada y el planeta en estado caótico. El propósito es cómo garantizar el buen vivir en armonía con los otros y con la naturaleza, produciendo conforme sus ciclos, con equidad social y con solidaridad generacional.

Siendo el problema planetario, las soluciones deben ser también planetarias. El único organismo planetario que existe es la ONU y es ella quien debería coordinar los esfuerzos colectivos para hacer frente a la crisis, no el G-20. Éste no ha sido delegado para representar a los otros 172 países, víctimas de la crisis global, cuyas voces no son escuchadas.

Las crisis no surgen en vano. Emergen de aquella Energía de fondo, cargada de propósito, que dirige el universo, la Tierra y a cada uno de nosotros, y que está exigiendo un nuevo estadio de civilización, capaz de diseñar otro futuro distinto de esperanza. Ante esta gravísima situación se notan dos limitaciones:

La primera es de los economistas que, por oficio, tratan de economía pero poseen pocos conocimientos de ecología; por eso, como se ve por todas partes, no incluyen la naturaleza en sus consideraciones, como si la Tierra fuese inagotable y estuviese en orden, cosa que no es así.

La segunda es la de los jefes de estado: después de siglos de racionalismo y de materialismo han quedado embotados. No perciben los mensajes que el universo y la Tierra, como superorganismo vivo, les están enviando en el sentido de una transformación. Por su falta de escucha, sucede lo que decía Gramsci: «lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no consigue nacer». Perdemos así la oportunidad, una de las últimas, de un nuevo comienzo. Y nos atascamos en nuestras propias crisis.

Tomado de: Koinionía.