martes, 17 de abril de 2007

¡Armas de destrucción masiva en Estados Unidos!



32 muertos en una universidad de estados unidos. Virginia. La respuesta a la masacre la van a buscar – como siempre - en el individuo, que utilizó dos armas automáticas para asesinar a sangre fría a 32 estudiantes y herido a otros 30. Se responsabilizara a una persona, al estudiante surcoreano Cho Seung-Hui de 23 años, que no sabemos el móvil que le llevó a cometer la barbarie; primero mató a dos personas en un colegio mayor, dos horas mas tarde y después de haber andado unos 400 metros, empezó la masacre. Y el culpable va hacer el individuo que disparó el arma automática.

A la hora de buscar responsabilidad de los hechos, todos lo tienen claro, el único responsable es el estudiante que disparó las armas automáticas. La policía abrirá una investigación. Expertos expondrán, en debates, que el surcoreano estaba lleno de “ira” y ésta le llevo a cometer la masacre. Sicólogos, Sociólogos etc. Hablaran sobre la personalidad sicológica de Cho Seung-Hui y discutirán superficialmente del tema y al cabo de unas semanas se irá diluyendo en los medios de comunicación, paulatinamente todos se olvidaran de lo que ocurrió en la universidad de Virginia, y volverán a la rutina.

Sin embargo ¿es el único responsable? ¿Por qué a un ser humano se le pasa por la cabeza coger un arma y matar, a sangre fría, a más de 30 personas? La respuesta a estas preguntas está no sólo en la responsabilidad del individuo, si no también - y una gran (parte) de culpa la tiene - el modo de producción capitalista estadounidense. Las contradicciones que genera un sistema que vive de la muerte, un sistema que inyecta por donde va, muerte. Entiéndase en las personas que gobiernan y no en el pueblo estadounidense, porque en el pueblo hay también personas cultas e inteligentes. En mas de 30 estados la pena de muerte esta en vigor. Sus leyes permiten entre otras cosas que toda persona acceda a las armas de todo tipo y calibre en algunos estados a partir de los 16 años. La posesión de armas es algo fácil de conseguir. Viene contemplado como derecho en la Constitución del país.

En el país “más libre y demócrata del mundo” el 40% de las familias tienen una o varias armas en su casa... automáticas, revólveres, pistolas, M16, AK47 etc. Pero como dicen algunos miembros obtusos de la asociación nacional del rifle no son las armas las que matan son las personas malas que las utilizan para eso”. Hay un debate estéril en los estados Unidos por parte de personas cercanas a esta asociación que dicen, que si los estudiantes hubiesen tenido armas, esto no hubiese ocurrido. Vienen a argumentar con ello de que esta barbarie se hubiese evitado si los estudiantes – a los que asesinó Cho– hubieran tenido un arma. Hay más de 200 millones de armas en los hogares gringos. Y la respuesta, las causas y el origen, la buscan sólo en el individuo que disparó las armas automáticas.

Sin embargo no sólo es el hecho de que se vendan armas con facilidad lo que produce estos horrendos y execrables hechos. Con un presidente que invade países, violando las leyes internacionales, que ejerce de sheriff - del medio oeste como las películas gringas – por el mundo. Bush dice estar horrorizado por los hechos, mientras que las miles de muertes mensuales en Irak a él no le dicen nada. Sus soldados violan, matan a sangre fría, a miles de personas anónimas por el mundo. Hoy es Irak, ayer Vietnam, Corea... hace muy poco Centroamérica, en estos momentos Colombia.

Todos los asesinos en serie de América latina han sido entrenados por los Estados Unidos, todos, empezando por los militares y los escuadrones de la muerte de Centroamérica como los que operan en Colombia. Como aquellos que cometieron los asesinatos en Argentina, Uruguay, Chile etc. La respuesta a esta masacre de la universidad de Virginia la intentaran explicar en torno a Cho Seung-Hui.

Hasta que ocurra otra masacre que supere a ésta. Solo entonces volverán a hablar de lo mismo pero no del verdadero meollo de la cuestión, de un sistema decadente que produce no solo asesinos en serie, ni a sicópatas. Sino a trabajadores que productos de la desesperación cogen un arma y matan a compañeros de trabajo, o estudiantes que gustan sentirse importantes y hacen lo mismo. Estados Unidos es un país que vive de las armas y ha construido su sistema en base a ellas. En cuanto a valores se refiere andan muy escasos, es por tanto en el modo de producción capitalista donde debería de buscar las respuestas.

martes, 3 de abril de 2007

solidaridad


y Sororidad

La solidaridad debe de ser un valor que nos diferencie de aquellos que piensan en cómo sacarle partido a las cosas. Entiéndase cuando digo cosas a todo aquello que el ser humano – algunos seres humanos - le sacan provecho para bien propio..., pero de una forma egoísta. El egoísmo es un valor - en las sociedades capitalistas neoliberales – que esta en alza.

Si tú dices; yo pienso te valoran mas, en vez del nosotros pensamos, quien diga en el capitalismo, el segundo, es muestra de debilidad. Cuando se ha demostrado científicamente que el ser humano a lo largo de su devenir, es un ser esencialmente social. Se debe a los demás pero para compartir, para vivir en comunidad. La solidaridad y hoy la sororidad debe ser, desde la óptica de todos, prioridad.

Por eso quiero con-partir en este blog la carta que le escribe Leonardo Boff a Jon Sobrino. La pongo a continuación para el disfrute intelectual de quienes creemos que el nosotros se impone al yo. No sin antes decir yo con-vosotros y viceversa. Las palabras con-vivir, con-unión, etc... hagámoslas nuestras.

Jon Sobrino: compañero de tribulación



Leonardo boff.

Jon, amigo y hermano: La «notificación» de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex-Santo Oficio) condenando opiniones tuyas sobre Cristo porque no se ajustarían a la fe cristiana, me llenó de profunda tristeza. Vi funcionar contra ti el mismo método y la misma forma de argumentación usados contra mí con referencia a la doctrina sobre la Iglesia. El método es el del pastiche, que consiste en pinzar partes de frases y combinarlas con otras, creando así un sentido que ya no corresponde a lo que el autor ha escrito. O si no, distorsionan los textos de forma que el autor no se siente representado en ellos. Entiendo y apoyo tu decisión valiente: «no me siento en absoluto representado en el juicio global de la notificación; por eso no me parece honrado suscribirla. Además sería una falta de respeto a los teólogos que han leído mi obra y no han encontrado en ella errores doctrinales ni afirmaciones peligrosas».

De hecho, eminentes especialistas en el área analizaron, a petición tuya, tus obras: Sesboué de Francia, González Faus de España, Carlos Palacio de Brasil, entre otros. Todos fueron unánimes en reafirmar su ortodoxia. ¿Por qué no han contado esas opiniones? Esto nos hace sospechar que tu condenación ha sido solamente un pretexto para golpear una vez más a la teología de la liberación, comprometida con el pueblo crucificado, cosa que no agrada al Vaticano.

Pero lo que más me duele es que te escogieran precisamente a ti para este intento espureo. Tú eres un superviviente del martirio, cuando en noviembre de 1989 en El Salvador toda tu comunidad de seis jesuitas, junto con la empleada y su hija, fueron asesinados por elementos de las fuerzas armadas.

Habías ido a Tailandia a sustituirme en un curso que yo no podía atender, y así escapaste de ser también asesinado. Tu testimonio «Los seis jesuitas mártires de El Salvador» es una de las más bellas páginas de espiritualidad y de conmoción escritas en la Iglesia de América Latina. Te escogieron a ti, a quien considero el más profundo teólogo latinoamericano, el que mejor articula espiritualidad y teología, inserción en el pueblo crucificado y reflexión, el que (lo digo sinceramente) presenta en mayor grado las virtudes insignes que caracterizan la santidad. Separaron tu obra de tu vida doliente y amenazada, como si pudiesen separar el cuerpo del alma. Sólo autoridades «carnales» que perdieron todo sentido del Espíritu, como diría san Pablo, podrían perpetrar tamaña agresión.

Pero hay una razón más profunda. Tu teología incomoda a las autoridades religiosas que se asentaron sobre el poder sagrado y se han fosilizado en él. Tú siempre has insistido en que la Iglesia debe decir la verdad sobre la realidad, que en nuestro Continente es brutal para con los pobres porque los mata de hambre y de exclusión. Por eso la Iglesia aquí tiene que ser liberadora. Articular fe y justicia, teoría y praxis, y hacerse fundamentalmente Iglesia de los pobres y de los pueblos crucificados.

Bien dijo Don Oscar Romero, también asesinado en El Salvador, a quien tú tanto asesoraste: «Se mata a quien estorba». Tú participas en cierta forma de este destino. Sé que seguirás trabajando y escribiendo para que los crucificados puedan resucitar. En el fondo sé que te alegras en el Espíritu de poder participar un poco de la pasión del pueblo sufriente.

Compañeros de tribulación, entendemos que el servicio último no es a la Iglesia, sino en la Iglesia a Dios, a las personas, especialmente a los pobres, que un día juzgarán si nuestra teología fue únicamente ortodoxa y no ortopráctica, que es la que realmente sirve a la liberación. http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=213