martes, 24 de marzo de 2009

Monseñor Romero entre la esperanza y el olvido.


¿Que supone hoy en América latina recordar a Romero en sus 29 años de su martirio? No sólo se debe recordar la figura de Romero, lo que hizo y lo que dejo de hacer. La memoria de Romero es mucho más que eso, es mucho más que un recuerdo, es mucho más que escribir artículos sobre su persona. Romero es mucho más que todo eso.

Si recordar a Romero en su aniversario es sólo el 24 de marzo, creo que mal hacemos. Los pobres, del país que sea, no deben de caer en ese sentimiento de vacío que puede haber en ellos, porque no hay cura, obispo etc. que les acompañe en la denuncia, ya sabemos que por parte de la iglesia institucional no hace nada ni va hacer nada y además debemos de tener en cuenta que, ellos, que hace mucho han dejado de creer ya no en Romero, sino más bien, en lo que significa la figura del Jesús histórico. Para la iglesia institucional es mejor tenerlo clavado en la cruz y decir que fue hijo de Dios para no fijarnos en lo que hizo, porque lo que hizo, sí es historia y es profético. Lo mismo puede pasarnos con Romero, podemos hablar de él, escribir sobre él, y sobre todo, celebrar su aniversario. Pero podemos quedarnos solamente en eso y no hacer praxis lo que él hizo en sus tres años como arzobispo de san Salvador.

Romero vale la pena recordarlo por lo que hizo. Y lo que hizo fue mucho más que palabras, precisamente por lo que hizo se le asesinó y no por guardar silencio o peor aún, por no hacer nada. Todo lo contrario, a él se le asesinó porque se había convertido, desde el punto de vista de los pobres, en la esperanza, pero no una simple esperanza, no. Esa esperanza que Romero había dado a los pobres, era la esperanza de la lucha. Esperanza en que solo con la lucha se puede cambiar este sistema que él mismo llamaba caduco y viejo. Esa esperanza es la que el día 24 de Marzo, sus asesinos, pensaron que con su muerte quedaba bajo el atrio en la capilla que celebraba la misa.

El olvido supone darle la razón al sistema capitalista. Si por alguna razón el vaticano prefiere tenerlo en el olvido es precisamente porque denunció que este modo de producción capitalista ya no nos sirve para que se confíe en él. A 29 años de su muerte, el sistema capitalista está a la deriva. El vaticano sabía – y lo sabe – que el asesinato de Romero era un asesinato político. Porque fue precisamente el sistema capitalista, el que lo asesinó. Y el vaticano sabía que tarde o temprano, se consumaría el martirio de Romero, pero cual fariseos guardaron silencio, y todavía lo guardan. La preocupación del vaticano no era – ni es – la suerte de millones de pobres en el mundo. Le interesa más seguir manteniendo el status quo porque sólo así, sus componendas con el capitalismo, le pasa factura.

El olvido supone no redescubrir sus diálogos, sus escritos, sus denuncias. Ellas son las que deben de seguir vivas, y, recordarlo supone, ponerlo en contexto, sacer el texto y actualizarlo para que su figura y su denuncia no se convierta en un desdén por parte de aquellos que dicen seguidores de Romero. Si no hacemos lo que él quería que se hiciera llevamos mal el recuerdo y su aniversario. Si no se lucha por transformar este mundo cada vez más injusto, de nada sirve su recuerdo y su aniversario. Recordarlo hoy supone precisamente luchar, seguir en la brega por transformar las pequeñas cosas que tenemos en nuestro entorno, pero no cualquier cosa sino todo aquello que nos signifiqué injusticia. La migración en el Norte. La pobreza en el sur y ahora el norte.

En conclusión de qué sirve escribir, hablar, escuchar sus homilías ahora. Y recordar su figura profética ahora, si nos quedamos con los brazos cruzados. Y como Romero lo dijo en su día, que podemos aplicarlo al contexto latinoamericano, ahora que gobiernos progresistas están haciendo presencia colectiva en el poder. Decir aquello que él le dijo a la burguesía salvadoreña, a los gringos, cuando quisieron poner parches en el sistema represivo, cambiando una dictadura militar, por un gobierno demócrata y pátina, “ de nada sirven la reformas si van teñidas con tanta sangre” esto ahora en el Salvador, tiene que estar presente con el nuevo gobierno.

Porque hoy por hoy, y en su aniversario de su asesinato, entre la esperanza y el olvido sigue estando el debate. En ellos están dos líneas de trabajo, uno la esperanza a la lucha para cambiar el sistema. Y con el olvido somos cómplices de las mil y una injusticia que se cometen a diario allí donde estés, en cualquier parte del planeta. La memoria de Romero es de lucha, y, no debemos de permitir que ni el vaticano, ni los que se dicen de izquierdas nos quiten la esencia de Romero, que no es más que, la lucha por la liberación de un pueblo que sufre, pero que lucha, precisamente por eso, por su liberación, y eso guste o no, es hacer teología de la liberación como lo hizo Monseñor.


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