Noam Chomsky
Actualmente, Israel podría tener seguridad, normalización de relaciones, e integración a la región. Pero es muy obvio que prefiere la expansión ilegal, el conflicto, y el ejercicio repetido de la violencia, acciones que no sólo son criminales, asesinas y destructivas sino que erosionan su propia seguridad a largo plazo. El especialista militar y en Oriente Próximo estadounidense, Andrew Cordesman, escribe que mientras la fuerza militar de Israel puede seguramente aplastar a la indefensa Gaza, “ni Israel ni EE.UU. pueden ganar con una guerra que produce una reacción [amarga] de una de las voces más sabias y moderadas en el mundo árabe, el príncipe Turki al-Faisal de Arabia Saudí, quien dijo el 6 de enero que 'El gobierno de Bush ha dejado [a Obama] un legado repugnante y una posición temeraria hacia las masacres y el derramamiento desangre de inocentes en Gaza… Basta ya, hoy somos todos palestinos y buscamos el martirologio por Dios y por Palestina, siguiendo a los que murieron en Gaza'."
Una de las voces más sabias en Israel, Uri Avnery, escribe que después de una victoria militar israelí: “Lo que quedará marcado a fuego en la conciencia del mundo será la imagen de Israel como un monstruo manchado de sangre, listo en todo momento a cometer crímenes de guerra y no dispuesto a acatar ninguna limitación moral. Esto tendrá severas consecuencias para nuestro futuro a largo plazo, nuestra reputación ante el mundo, nuestra posibilidad de lograr la paz y la tranquilidad. A la larga, esta guerra es también un crimen contra nosotros mismos, un crimen contra el Estado de Israel.”
Hay buenos motivos para creer que tiene razón. Israel se está convirtiendo deliberadamente en lo que posiblemente sea el país más odiado del mundo, y también está perdiendo la lealtad de la población de Occidente, incluidos los judíos estadounidenses más jóvenes, quienes probablemente no toleren durante mucho tiempo sus persistentes y horribles crímenes. Hace decenios, escribí que los que se llaman a sí mismos “partidarios de Israel” son en realidad partidarios de su degeneración moral y su problema destrucción en última instancia. Lamentablemente, ese criterio parece más y más plausible.
Mientras tanto observamos en silencio un evento raro en la historia. Lo que el difunto sociólogo israelí Baruch Kimmerling llamó "politicidio," el asesinato de una nación –a nuestras manos.
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