En las negociaciones de la ronda de Doha sobre comercio internacional se ha notado algo cruel. Mientras los países ricos se negaban a disminuir los subsidios agrícolas y a modificar otros renglones de la agenda comercial para preservar su alto nivel de consumo, otros luchaban, desesperadamente, para garantizar la supervivencia de sus pueblos. La visión de los países opulentos es miope, pues ya está instalada la crisis alimentaria, posiblemente de larga duración, que puede afectarlos a ellos, pero mucho más a millones y millones de personas, que se enfrentan no a la pobreza sino directamente a la muerte. Ya han estallado revueltas de hambrientos en cuarenta países sin que la prensa empresarial, comprometida con el orden imperante, haya hecho referencia alguna. Los hambrientos siempre dan miedo.
La crisis alimentaria, asociada a los trastornos provenientes de los cambios climáticos, es de tal envergadura que nos está permitido hablar de la urgencia de una revolución. Ésta fue la palabra usada el día 2 de febrero de 2007 en París por el ex-presidente francés Chirac al oír los resultados alarmantes sobre el calentamiento planetario. Advertía que, ante la situación actual, debemos tomar la palabra revolución en su sentido más literal. Es urgente hacer cambios radicales en las formas de producción y de consumo si queremos salvarnos y preservar la vida en nuestro Planeta. Esta vez no podemos hacer economía de revolución. Hay que llevarla a cabo ya ahora.
Evidentemente no se trata de revolución en el sentido de utilizar la violencia, sino con el sentido que le dio nuestro historiador Caio Prado Junior: «transformaciones capaces de estructurar la vida de todo un sistema social de manera que se corresponda con las necesidades más profundas y generales de sus poblaciones, algo que confiere un nuevo rumbo a las vidas humanas».
Pues eso es lo que se está imponiendo a nivel mundial. La Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la mayoría de los gobiernos han implantado un tipo de industrialización de la agricultura con la liberalización de los mercados que se rigen por la competición y por la especulación, que han acabado por afectar a la soberanía alimentaria de la mayoría de los países del mundo. Es una ilusión pensar que los que han producido la crisis, tienen la llave de su solución. Ellos proponen más de lo mismo: más producción, más fertilizantes, más productos genéticamente modificados, más mercado no para saciar el hambre sino para hacer más dinero. Ninguno piensa en colocar más dinero en las manos de los hambrientos para que puedan comprar comida y sobrevivir. Pueden morir de hambre delante de una mesa repleta a la cual no tienen acceso.
La solución se encuentra en las manos de aquellos que en el mundo entero garantizan gran parte del suministro alimentario: la agricultura familiar y las pequeñas cooperativas populares. La agricultura familiar en Brasil representa el 70% de los alimentos que llegan a la mesa. Es responsable del 67% del fríjol, del 89% de la mandioca, del 70% de los pollos, del 60% de los cerdos, del 56% de los lácteos, del 69% de la lechuga y del 75% de la cebolla. Estos pequeños agricultores, articulados entre sí y también a nivel internacional, deben formular las políticas de producción, privilegiar los mercados locales y regionales, y mantener bajo vigilancia los mercados mundiales, para inhibir la especulación e impedir la formación de oligopolios.
Este tipo de agricultura aprovecha los conocimientos ancestrales, sabe preservar los suelos y enriquecer su fertilidad con nutrientes naturales. Brasil, al lado del agronegocio, tiene que privilegiar la agricultura familiar, pues ella tiene condiciones para garantizar nuestra soberanía alimentaria y ser la mesa puesta para el hambre del mundo entero.
Tomado de koinionía
4 comentarios:
Bueno, hay que hacer la revolución de la economía... no economicemos revolución, como dice Leonardo Boff...
Si todos nos ponemos de acuerdo podríamos autosustentar nuestra alimentación, sin necesidad de ningún tipo de producción extremadamente compleja...
Hay que proponernoslo, nada más que eso... ¿qué esperamos eh?
Eso sí, con la revolución de la economía me gustaría que se pudiera abolir el dinero como funciona hoy, o sea, en base a deuda y capitalización... esa economía hay que revolucionarla, cambiarla, porque no deja vivir... ¿o estoy muy loca y no me doy cuenta cómo entenderla mejor?
Después de años de abandono de la agricultura, el gobierno salvadoreño parece haber encontrado la varita mágica: los transgénicos.
Ya en los medios empieza a sonar (http://www.laprensagrafica.com/Nacion/1075201.asp) como el aporte crítico para la reactivación, etc, etc. Lejos de brindar autosuficiencia, los transgénicos crean profundizan nuestra dependencia del "Agribusiness", forzando a los agricultores a comprar la semilla para cada siembra en vez de la práctica establecida de guardar un poco de cada cosecha. (guardar semillas transgénicas constituiría una violación de la propiedad intelectual del código genético...)
*Escalofríos*
qué lástima no aprender de los errores ajenos...
los transgénicos generan dependencia, más pobreza, enfermedades de la pobreza, hacinamiento porque buscan que todo sitio sembrable se siembre y la gente se apile en pequeños rincones...
pobre pulgarcito...
triste... muy triste
Fico apenas pensando de onde deve surgir a primeira chama. A solução dos governos de primeiro mundistas é correr para Marte... e a nossa proposta? Como riscar o fósforo? Qual o primeiro dominó a cair? Quem será o agente da mudança? Nós mudamos por dentro, modificamos nosso ser, nossos pensamentos, produramos por nós e pelos outros. As vezes tenho muitas dúvidas em aplicar toda sensibilidade e amor que cultivamos na prática. Dar o que comer, distribuir roupas, agasalhos? Sei que não conseguimos nada pela violência! Talvez tenhamos que pensar mais e juntos, e juntos agirmos, rapidamente.
Mis saludos a todos...
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