Les propongo a escritores, poetas, músicos, escénicos, plásticos y a los rateros del arte y la literatura: Escribir un poco desafinado ‑ ya se me entiende ‑ no significa desafinar en el sentido etimológico de la palabra, quiero decir buscar la profundidad del verbo y el sustantivo ahí donde se encuentra el verdadero de meollo de la cuestión que a todos inspira. Ahí de donde venimos; huyendo algunos, viviendo algunos, muriendo algunos. Ahí de donde salimos a buscar caracolas en el cielo para encontrar antorchas en el suelo. Precisamente ahí de donde nos brotaban las palabras de aquellos pies desnudos y panzas hambrientas. Cuando propusimos la verdad a la mentira nos asestaron un puñal en pleno corazón y la mística religiosa, tendenciosa y sediciosa se impuso – al canto, a la poesía, a las plásticas, a lo escénico - a fuerza de falacia y de pistola. Entonces la magancería y la lisonja fue poesía se presentaron como la panacea del bien vivir. Fue arte la retórica, las palabras rimbombantes de la sedición se convirtieron casi en el eslogan asesino de lo sustantivo y se premió al más perverso de los valores, la ignominia. El arte fue romántica, gris, miedica, temblorosa; fue de todo y todo. Pero en su esencia no era arte. A ellas a la libertad - a la creación en todos los sentidos y a la inspiración -, se les mandó a callar. La solidaridad se volvió opaca, gris.
Se nos advertía con ello muchas vicisitudes; algunos retrocedieron, otros nos quedamos acompañando a la vida, mientras la muerte con mucha imaginación nos pisaba los talones en busca de un no sé qué prurito solidario para arrancarnos la palabras, los pinceles y el escenario. Y, cuando muchos decidimos seguir adelante, de vez en cuando la muerte se vestía de cordialidad, de fraternidad y muchos se fueron con ella. Otros acompañaron a doña pobreza, a doña miseria, y ellas ‑ las dos ‑ a pesar de sus limitaciones, los acogieron, los abrazaron y arriesgaron la vida protegiendo a quien se arriesgaba a compartir con ell@s, su vida. Aparece entonces Roque Dalton las historias prohibidas del pulgarcito, y Robeto Cea en un momento en que nadie se lo espera, propone “la ubicación de la literatura salvadoreña en el contexto latinoamericano y éste en el mundo, es la misma que tiene nuestro país entre los países del tercer mundo que luchan por su liberación integral. Su valor, pues, es el mismo que le damos a nuestro pueblo en sus afanes libertarios, nada menos y nada más...."
Busco con ello, a quien interese, la simplicidad literaria, la sencillez, la cordialidad entre no leídos y leídos. La solidaridad entre analfabetas e intelectuales del arte. Busco la justicia del arte en todos los tiempos, los más breves, los más cortos, los más extensos, los más intensos. Los más excitantes. Interpelo a la ceguera como bien la describe Saramago en su libro... para que no caigamos en esa enfermedad que nos encierra de a poquito en un rincón de cualquier país.
Simplemente quiero que el arte en todas sus manifestaciones se extienda también a la periferia. De donde venimos, de donde un día salimos a buscar caracolas en el cielo. Porque cuanto más le damos la palabra a los que “no tienen nombre” es cuando más libre somos todos. Que los “intelectuales” del arte los tengan también en cuenta en sus afanes libertarios para que los bufones de la “verdad” y aduladores de la mentira se caigan de cuando en cuando - y de una vez por todas- de su trono.
Salvemos lo que empezamos y - salvemos - lo que todavía no tenemos; aquello por lo que tantos dieron su único destino, su único destello, su único desayuno en una montaña de las nuestras y de las que ya nadie habla, o casi nadie, que no es lo mismo pero es igual. Su único consuelo, y en honor a la poesía, al arte en general era convertir todo lo esencial en sustantivo. En algo que poder llevarse la boca, no uno, si no miles. Les propongo que nos sentemos de una vez por todas a platicar con ellos, los que, al verte por vez primera te tratan de usted por vergüenza. Los que después, y cuando hay más confianza, te tratan de vos. Los que no te dan un beso en la mejilla, los que en vez de acariciarte, aún queriendo hacerlo, te protegen. Hagámoslo por ellos, los eternamente eternos. Los sin nada. Los sin nombre, aunque lo tengan. Los anónimos de esta tierra, mis hermanos pequeños. Los ignorados. Los que aparecen sólo en números en las estadísticas de los que mueren por alguna enfermedad curable. Sentémonos hablar con ellos ‑aunque sean babosadas ‑ que de esas siempre sale algo mejor.
Hablemos de sus sueños, de sus miedos. De sus hij@s nacid@s, criad@s o no. Hablemos de su esperanza que se quedó en el camino hace unos cuantos años. Hablemos con ellos y sin tapujos, sin titubeos que ellos a nosotros todavía nos tienen mucho que enseñar. Démosle la palabra, que le han negado por mucho tiempo. La palabra que le pertenece, hagamos que la recuperan, aunque despacio pero hagámoslo. Dejemos de estar siempre atentos a lo que hagan primero los apóstoles de la muerte...
No hace mucho el premio Nóbel de literatura José Saramago decía que "los gobiernos son los comisarios del poder económico, un poder económico que no es democrático, como el FMI o el Banco Mundial (...) vivimos con una terrible mala conciencia (...) sólo si cambiamos de vida cambiaremos de verdad la vida" y decía "la izquierda ha dejado de ser izquierda" "ya no hay ideas de izquierda". Porque en Europa entre la izquierda y la derecha no se sabe quién es quién a la hora de las elecciones. Los programas políticos son exactamente los mismos. No le demos la razón. Demostrémosle que se equivoca por una vez. Hagamos que esa palabra siga teniendo sentido. Evitemos a toda costa que se conviertan en algo que nos condicione como en el pasado, quienes trabajaban -y trabajan- con la muerte, espero se entienda, nos están ofreciendo, y como siempre, las lisonjas. Ellos saben que el arte y la cultura viene bien a estos menesteres, a sus menesteres más perversos. Empero a los nuestros, a los más honestos, sinceros y llenos de ternura, no. De algo habrá servido escribir y cantar en desafino al lado de los siempre sospechosos de todo y nos daremos cuenta que ha valido la pena al final del trayecto que indilguemos, la solidaridad y la ternura... no habrán - habremos - esperado en vano.
4 comentarios:
Este artículo-testimonio me hizo recordar de mi primera tesis poética: rescatar la ternura (ternura del lenguaje con sus diminutivos tan guanacos hasta hace un tiempo y ternura como escudo contra la violencia). Saramago en la plática-conferencia que ofreció cuando vino al país (que por cierto escuché empapada de lluvia) contó como su primer libro lo escribió con las primeras 300 palabras que le habían enseñado sus abuelos y que hasta la fecha es su mayor tesoro, pues no necesitaba más para explicar-comprender al mundo. Volver a la simpleza, a la verdad, a la ternura parece difícil pero es un camino viable para intentar rescatar-nos.
gracias llave maestra... por tu comentario. no digo nada, todo lo has dicho vos. las palabras son parte de la inocencia, aunque se hable mal, siempre aprendemos algo de los que hablamos mal.
uy, tan mal hablo?
no sé qué decirte, si habló mal... son muchas cosas de las que hablamos, pero en fin. llegó a decirme que "ustedes los de la izquierda, no quieren ni un muerto como Romero".
ahora, si con sus palabras justificó muchas cosas que han hecho los sectores mas pudientes del país, pues, si habló muy mal.
cómo puede una persona "poeta" en este caso, justificar lo que vos ya conocés, y en carne propia, lo que se hizo ¿y se hace? en nuestro país.
desde esa perspectiva y para mi, si, hablo mal.
un abrazo.
Publicar un comentario